Nuestra autoestima se ve afectada por las experiencias recibidas del mundo exterior. Ésta se va construyendo poco a poco, aumentando y disminuyendo, a través de un proceso de interiorización. En infantil y en la adolescencia es donde se debe trabajar con más ímpetu, ya que a estas edades son más vulnerables y si lo conseguimos, llegarán a ser personas con confianza en sí mismas, mostrarán más interés y serán mucho más positivas en cualquier aspecto.
La mejor manera para ayudarle a desarrollar la autoestima es dentro del núcleo familiar, ya que es el principal factor influyente en ésta, donde el niño va creciendo y formando su personalidad. Lo que la familia piensa y sobre todo lo que exterioriza es básico.
Podemos estimular la autoestima de los niños y niñas dándole más responsabilidades. Es importante que se sientan responsables de tareas en el ambiente tanto familiar, como escolar, crear compromisos que le ayude a la interacción con el resto de compañeros y compañeras. Que éste desarrollo de tareas le sirva como aprendizaje, y que se genere en un ambiente cálido; también se les debe ofrecer la posibilidad de que tomen decisiones, darles confianza y que se sientan útiles, haciéndoles ver sus capacidades y habilidades.
Debemos reforzar positivamente todo lo que realice correctamente, mostrándole aquello que ha hecho bien y sobretodo hacérselo saber ya sea con palabras o con premios.
Hemos de ayudarle a comprender que de los errores también se aprende y que de cada error que pueda cometer ha de saber que siempre habrá alguien que esté apoyándole y que para la próxima vez ya conoceremos que es lo que no debemos hacer.
Las palabras son básicas y hemos de aprender a darle las instrucciones precisas. Por ejemplo, en vez de decirle que son despistados o desordenados, les diremos que no nos gusta ver su cuarto desordenado, de esta manera subrayamos que lo que no nos gusta es el cuarto desordenado, no incentivamos a que piense que son ellos los desordenados.
Todos estos refuerzos son necesarios con unas pautas y límites que los niños han de tener claros desde el principio. Establecer una autodisciplina poniendo límites, enseñarle que sus actos tienen consecuencias, así se refuerza aquello positivo pero teniendo en cuenta que han de tener presente que deben conocer las consecuencias de sus actos.